Está de más decir que el papelazo de esta obra recae de manera estupenda en la actriz Jin Kyung, a la que ya había visto en It’s ok, that’s love, pero aquí, en la caracterización de la frívola periodista Song Cha Ok, se lleva las palmas y los azotes por igual. Es una reina de hielo hecha y derecha; la odias al primer minuto que aparece y la vomitas en la siguiente escena con un desprecio inimaginable. Me ha hecho enfurecer, derramar bilis, golpear el escritorio, escupir a la pantalla y hasta llorar de impotencia por todas las porquerías que se trae entre manos. Pero así como la detestaba también me picaba la curiosidad por saber el motivo de su actitud: siempre hay un creador detrás de un monstruo ¿no? Y aunque sus motivos tardaron en salir a flote cuando lo hicieron no dejaron de resultar irónicos y tristes.
La ironía viene de parte de su hija In Ha, que nació con el Síndrome de Pinocho, por lo que cualquier mentira es sucedida por un ataque de hipo que no se detiene hasta que dice la verdad. Ya como aspirante a periodista aquello tiene una pinta imposible, sin embargo, la chica no se deja doblegar por nada, ni siquiera cuando la moral se le cae hasta el suelo al darse cuenta que su madre, la presentadora, la mujer profesional detrás del televisor, es en realidad una mujer soberbia y egoísta, ciega ante las injusticias que comete con su trabajo, utilizado como arma disparada de manera letal. In Ha, criada con su padre y abuelo en un pueblo remoto después del divorcio, creció teniendo otra imagen de su madre: la de una mujer entregada a su profesión, con un espíritu crítico que le había otorgado el estatus que portaba con orgullo, una imagen pública a la que ella inocentemente quería aspirar. El mundo se le cae a pedazos al darse cuenta de la otra realidad, sin imaginar que hay más horrores enterrados en la conciencia de la señora que cuando salen a flote terminarán por hacer añicos su existencia. Ella es inocente y atrevida, ingenua de pura cepa y con una terquedad que le acarrea más de algún problema, pero también es fiel a su familia, y su persistencia se debate siempre entre su futuro y el cariño que le tiene a su padre, quien no la quiere ver convertida en una fría imagen frente a las cámaras como a su ex-esposa.
En contraparte tenemos a Choi Dal Po (su nombre real es Ki Ha Myung), el niño huérfano que llegó del mar y al que el abuelo de In Ha rescató y adoptó pensando que era el hijo muerto que había perdido treinta años atrás en esas mismas aguas. Siendo más pequeño la familia de Ha Myung se vio involucrada en un juicio mediático por una tragedia ocurrida en la ciudad donde vivían, al paso del tiempo y ante la constante presión de los medios de comunicación su hermano mayor desapareció una noche y su madre se quitó la vida lanzándose al mar junto con el pequeño Ha Myung. Creció ocultando su identidad incluso ante el anciano que le salvó por miedo a que los horrores que había dejado atrás volviera como fieras a carcomerle por dentro. Al paso de los años decide aspirar a un puesto de periodismo para una televisora nacional y profundizar más en el caso que acabó con la vida de sus padres y en la desaparición de su hermano. No se le puede juzgar de egoísta, aunque la carga que lleva en sus espaldas a veces le ciegue tanto que le resulta imposible ver la vida de los demás con mayor claridad. El asunto se complica cuando In Ha descubre que su madre, la periodista Song Cha Ok, fue la responsable de las calumnias que padecieron él y sus familiares.
Pero así como brilla la villana y sus protagonistas principales también lo hacen los secundarios sin pedirle nada a nadie. El escenario se debate entre dos bandos enemigos de audiencia: por un lado el área de noticias de la ambiciosa cadena MSC y cruzando la calle la modestia informática de YGN; y en el paquete vienen incluidos sus presidentes, capitanes y reporteros que poseen las más variopintas personalidades enriqueciendo la historia de manera maravillosa. Tenemos al niño mimado nacido en cuna de oro; al reservado capitán cuya conciencia en el pasado no lo deja en paz; a la chica que aspira más allá de sus propias ambiciones, que admira y se asusta ante sus superiores por igual; al simpático gordito que fuma la pipa de la paz con todo el mundo; al veterano reportero que acumula tantas frustraciones; al flexible presidente que absorbe todo lo bueno de los novatos, etc. Todos están estupendos.
Es un drama muy recomendado y entretenido, personalmente me ha gustado esa fricción-amistad que se entabla en el mundo de periodismo donde, son lo mismo rivales que colegas, de diferentes empresas pero compartiendo por lo bajo información y técnicas de investigación. El compañerismo y la camaradería así como las terquedades de cada bando se ven reflejadas desde las cenas donde tienen que compartir espacio en los mismos restaurantes así como en las salas de prensa de estaciones policiales e informativas.
La ironía viene de parte de su hija In Ha, que nació con el Síndrome de Pinocho, por lo que cualquier mentira es sucedida por un ataque de hipo que no se detiene hasta que dice la verdad. Ya como aspirante a periodista aquello tiene una pinta imposible, sin embargo, la chica no se deja doblegar por nada, ni siquiera cuando la moral se le cae hasta el suelo al darse cuenta que su madre, la presentadora, la mujer profesional detrás del televisor, es en realidad una mujer soberbia y egoísta, ciega ante las injusticias que comete con su trabajo, utilizado como arma disparada de manera letal. In Ha, criada con su padre y abuelo en un pueblo remoto después del divorcio, creció teniendo otra imagen de su madre: la de una mujer entregada a su profesión, con un espíritu crítico que le había otorgado el estatus que portaba con orgullo, una imagen pública a la que ella inocentemente quería aspirar. El mundo se le cae a pedazos al darse cuenta de la otra realidad, sin imaginar que hay más horrores enterrados en la conciencia de la señora que cuando salen a flote terminarán por hacer añicos su existencia. Ella es inocente y atrevida, ingenua de pura cepa y con una terquedad que le acarrea más de algún problema, pero también es fiel a su familia, y su persistencia se debate siempre entre su futuro y el cariño que le tiene a su padre, quien no la quiere ver convertida en una fría imagen frente a las cámaras como a su ex-esposa.
En contraparte tenemos a Choi Dal Po (su nombre real es Ki Ha Myung), el niño huérfano que llegó del mar y al que el abuelo de In Ha rescató y adoptó pensando que era el hijo muerto que había perdido treinta años atrás en esas mismas aguas. Siendo más pequeño la familia de Ha Myung se vio involucrada en un juicio mediático por una tragedia ocurrida en la ciudad donde vivían, al paso del tiempo y ante la constante presión de los medios de comunicación su hermano mayor desapareció una noche y su madre se quitó la vida lanzándose al mar junto con el pequeño Ha Myung. Creció ocultando su identidad incluso ante el anciano que le salvó por miedo a que los horrores que había dejado atrás volviera como fieras a carcomerle por dentro. Al paso de los años decide aspirar a un puesto de periodismo para una televisora nacional y profundizar más en el caso que acabó con la vida de sus padres y en la desaparición de su hermano. No se le puede juzgar de egoísta, aunque la carga que lleva en sus espaldas a veces le ciegue tanto que le resulta imposible ver la vida de los demás con mayor claridad. El asunto se complica cuando In Ha descubre que su madre, la periodista Song Cha Ok, fue la responsable de las calumnias que padecieron él y sus familiares.
Pero así como brilla la villana y sus protagonistas principales también lo hacen los secundarios sin pedirle nada a nadie. El escenario se debate entre dos bandos enemigos de audiencia: por un lado el área de noticias de la ambiciosa cadena MSC y cruzando la calle la modestia informática de YGN; y en el paquete vienen incluidos sus presidentes, capitanes y reporteros que poseen las más variopintas personalidades enriqueciendo la historia de manera maravillosa. Tenemos al niño mimado nacido en cuna de oro; al reservado capitán cuya conciencia en el pasado no lo deja en paz; a la chica que aspira más allá de sus propias ambiciones, que admira y se asusta ante sus superiores por igual; al simpático gordito que fuma la pipa de la paz con todo el mundo; al veterano reportero que acumula tantas frustraciones; al flexible presidente que absorbe todo lo bueno de los novatos, etc. Todos están estupendos.
Es un drama muy recomendado y entretenido, personalmente me ha gustado esa fricción-amistad que se entabla en el mundo de periodismo donde, son lo mismo rivales que colegas, de diferentes empresas pero compartiendo por lo bajo información y técnicas de investigación. El compañerismo y la camaradería así como las terquedades de cada bando se ven reflejadas desde las cenas donde tienen que compartir espacio en los mismos restaurantes así como en las salas de prensa de estaciones policiales e informativas.
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